lunes, 21 de abril de 2014

Capítulo 23: ''Un adiós muy amargo''


El lunes por la mañana habíamos quedado en mi casa, como siempre venía muy temprano en cuanto mis padres se marchaban al trabajo, y se iba justo para que no nos pillaran. Nos lo pasábamos bien, a pesar de todo, estar con el me reconfortaba, cualquier tontería me alegraba el día, el alegraba mis días, todo de él me gustaba, me llamaba la atención, me enamoraba.

Se iban por la tarde noche, así que como pude intenté quedar con las chicas al menos un rato, necesitaba verle, necesitaba despedirme de él, necesitaba estar un poquito más con él. Al final, no se como, Estela se ofreció y nos dijo que podíamos quedar todos en su casa, que les diría a sus padres que ellos eran unos amigos que habíamos conocido en el cumpleaños de Lucía.

Comí, nerviosa como siempre que tenía que verle, me puse guapa para el sin tardar mucho y me fui a casa de estela. Había mucha gente en su casa, sus padres, su hermana, una tia suya, lo que me puso nerviosa, aunque mis nervios se fueron al verlo a él. Saludé a Jaime, y luego a él. Nos sentamos en el sofá del salón de estela y nos quedamos ahí un rato. Luego me puse a bailar, estaba nerviosa y necesitaba relajarme, no podía soportar la idea de que se marchara de nuevo. Queríamos estar aunque fuera unos minutos solos asi que fuimos a una tienda cercana a comprar chucherias para comer, estaba muy guapo, y aunque no me lo dijera lo notaba triste, y yo también lo estaba aunque no quería que se me notara.
No tardamos mucho en regresar a casa de estela, cuando volvimos nos sentamos en un rincón del suelo, cerca de una ventana detrás de los sillones. Me besaba, lo besaba, nos besábamos, me abrazaba, y poco a poco ibamos cayendo en la cuenta de que se tenía que ir. Se iba, y aunque sabíamos que seguramente nos volveríamos a ver pronto, de repente me sentía muy triste.
Triste y vacía, como si me quitaran una parte de mí, cómo si todo lo que habíamos construido en esos cuatro días se desvaneciera, como si el mundo se me cayera encima.

Y...llegó la hora, de despedirnos, de decir adiós, de bajar del cielo y volver a la realidad, lo abracé, lo abracé muy fuerte, como si me negara a dejarlo marchar, pero se tenía que ir. Como pude despedí a Jaime y se fueron. En ese momento, mis ojos maquillados con sombra negra se volvieron un mar de lágrimas que no podía evitar. Sentía un nudo en la garganta, como si me apretara en los pulmones y no me dejara respirar. Se iba, ya se había ido, y esa idea me partía el alma. No sabía porqué lloraba, no quería llorar, pero sentía tal vacío en mí, que no podía evitarlo. Marta me abrazó, me hizo bien, aunque nada que no fueran los brazos de él me reconfortaban.

-Tía, no entiendo porqué te pones así, sólo lo has visto un par de veces, además de que en un mes seguro que volverá a venir- Me dijo estela sin entender lo que me pasaba y entonces lo entendí todo, yo no quería llorar, simplemente me encontraba tan sumamente mal que no podía evitarlo, era la primera vez que lloraba delante de alguien y creedme si os digo que no me gusta la idea de llorar, pero no podía evitarlo, eso fue lo que me ayudó a entenderlo, yo le quería, estaba enamorada de él sin darme cuenta, cosa que estela no podía entender porque no estaba, ni nunca había estado enamorada de alex, tan sólo nos había tomado el pelo a todos, y me había llevado a tomar una de las decisiones más arriesgadas de mi vida, y a la vez lo mejor que me pudo haber pasado.

A los pocos minutos me retoqué el maquillaje y aun con los ojos llorosos salí a la puerta para ver si me daba el aire cuando lo ví venir hacía mí corriendo, él también estaba llorando, ambos sentíamos lo mismo. En ese momento me dio igual el mundo, me daba igual si me veían abrazada a el, con él, si me veían besandole, me dio igual, necesitaba un poquito más de él, lo demás no me importaba.

-No llores, que si no me vas a hacer llorar de nuevo, y no quiero de verdad que no quiero- le dije con los ojos llorosos mientras se me quebraba la voz- te prometo que voy a volver pronto- me dijo al oído mientras nos abrazábamos -esto no es un adiós es un hasta luego- nos besamos, poco después se fue, esta vez de verdad, sin mirar atrás, sabía que si se daba la vuelta y me veía, no podría soportarlo.